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miércoles, 2 de julio de 2014

No soy tonto, ni vago, ni malo…Aunque no lo ves, mi cerebro tiene TDAH.

Todos aquellos que tenemos contacto con niños, tengan problemas o no, sabemos que ante determinadas circunstancias o situaciones, son especialistas en conseguir que nuestros nervios afloren en algunos momentos. Es completamente normal. Deja de ser normal cuando esos momentos pasan de ser “algunos” a ser casi “continuos”, ésta es línea que separa lo que es normal de lo que no lo es, la frecuencia y la intensidad de los problemas.
Deberíamos ser capaces de concienciarnos de que son los  COMPORTAMIENTOS del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) y  no los niños los que consiguen hacernos estallar. La comprensión e interiorización de esta afirmación, que en principio puede parecer irrelevante, es lo que marca la diferencia entre poder ayudar al niño a superar sus dificultades o a mantenerlas e incluso crearle otras como la indefensión aprendida, la ansiedad, la depresión, la baja autoestima. Y esto es así, porque estos comportamientos son la manifestación externa de un problema interno localizado en el cerebro.

Pensemos; ¿realmente disfrutan enfadando o haciendo daño a quienes les rodean?  Aunque en ocasiones pueda parecer que sí, la realidad es bien distinta. Hagamos el esfuerzo de meternos en la piel de una personita con TDAH, solo durante unas horas.
La cantidad de mensajes negativos que reciben a lo largo del día resulta increíble y difícilmente soportable para la gran mayoría de nosotros.
  • Antes de salir  de casa, para ir al colegio: “siempre llegamos tarde por tu culpa”, “¿todavía estás sin vestir? ¿no te da vergüenza? Tu hermano ya está listo, ¿pero no ves que te has puesto el suéter al revés?…” Aunque directamente no se lo digamos, ¿qué mensajes recibe?: SOY LENTO, SOY PEOR QUE MI HERMANO, SOY TONTO.
  • En el colegio, antes de entrar a clase: “¿es que siempre tienes que estar empujando, no ves que le has hecho daño?”: SOY MALO.
  • Ya en clase: piden los deberes y no están en su mochila porque olvidó guardarlos después de tres larguísimas horas sentado en casa haciéndolos. Seguramente en esos momentos desearía desaparecer porque sabe lo que le espera, no es la primera vez que le pasa, y no le van a creer. “Y  hoy, ¿qué excusa tienes? ¿seguro que la peonza no se te ha olvidado, verdad?, castigado sin recreo y dame tu agenda…” Y lo peor de todo…, en público.  Reparten el examen corregido, ese que había preparado con mamá y que se sabía tan bien, un 3.75, y también en público. A estas alturas, ya no solo él, sus compañeros también lo saben: ES MENTIROSO, VAGO, TORPE…
  • En el recreo (si no está castigado): “Tú no juegas que nos ganan por tu culpa”,” Tú no, que nunca pasas la pelota”, “Tú vete, que eres un pegón”: SOY PATOSO, SOY MAL COMPAÑERO, SOY MALO, SOY…
Son solo las once de la mañana…y aún queda un largo día por delante. ¿Cómo nos sentiríamos? Destrozados y por los suelos.
Para poder ayudarles, debemos comprender y para poder comprender debemos saber y entender que todos estos comportamientos son la manifestación externa de una alteración en el funcionamiento cerebral.
En la última década, numerosos estudios han demostrado que hay diversas áreas implicadas en el TDAH. Las más afectadas, a grandes rasgos, son:
  • Córtex Prefrontal, dividido en tres áreas, dorsolateral, orbital y medial. Encargado del Sistema Ejecutivo: cómo planificar una acción, iniciarla, controlar si se está haciendo bien o mal, darse cuenta de ello y corregir los errores, ver si se está siguiendo el plan, evitar distracciones, poder ser flexible si las circunstancias cambian y ser capaz de acabar la acción. Los niños con TDAH tienen un córtex prefrontal más pequeño y que funciona a un ritmo menor.
  • Ganglios Basales. Conjunto de estructuras formada por unos núcleos interconectados a través de un circuito cerebral. En general, intervienen en varias funciones como el control motor, emocional y funciones del Sistema Ejecutivo. Contribuyen a desconectar las respuestas automáticas posibilitando que el córtex prefrontal delibere con más detenimiento, y que se coordine  o filtre la información que llega de otras regiones del cerebro.
  • Cíngulo Anterior. Es una estructura implicada en la capacidad de gestionar los conflictos e integrar los procesos inhibidores que necesitamos para regular nuestra conducta.
Por otro lado, se ha observado una insuficiente producción de dos neurotransmisores (sustancias químicas cuyo objetivo es producir una correcta comunicación entre las neuronas) como son:
  • Dopamina. Nos ayuda a mantenernos preparados para actuar, sin que nuestros pensamientos o el mundo exterior nos distraiga. Se encarga de inhibir o modular la actividad neuronal que interviene en la actividad motora, la motivación y la recompensa, el humor, la atención, y el aprendizaje.
  • Noradrenalina. Nos mantiene alerta y atentos. Se encarga de crear un terreno favorable para la atención, aprendizaje, sociabilidad y sensibilidad frente a las señales emocionales.
Ahora que sabemos que hay anomalías, tanto a nivel estructural como a nivel bioquímico,  podemos entender un poco mejor el por qué de los comportamientos y la variabilidad de éstos en el tiempo, de las personas con TDAH.
Un niño con miopía, ¿no ve bien porque no quiere?, ¿lo hace para llevar gafas?, ¿le da igual si le llaman miope, cegato o gafotas?. Un niño con TDAH ¿olvida los deberes porque quiere?, ¿lo hace para que le pongan notas negativas en la agenda?, ¿le da igual si le llaman tonto, vago o malo?
Sabemos que la miopía es una alteración del ojo que impide enfocar correctamente objetos lejanos. Y como sabemos que esto es así y que no es algo voluntario no culpabilizamos a la persona por ello.
Ahora ya sabemos que el TDAH es una alteración del cerebro que impide, entre otras muchas cosas, enfocar correctamente la atención y mantenerla en aquello que se debe inhibiendo los distractores. Y como sabemos que esto es así y que no es algo voluntario, la próxima vez, pensemos, tal vez “sus gafas” no estén bien reguladas o quizás, demasiado empañadas.
En la mayoría de las ocasiones, no es que no sepan lo que hacen, sino que no hacen lo que saben. Comprendámosles y enseñémosles a autorregularse  para que puedan ser los verdaderos dueños de sus comportamientos y de sus vidas y hagan en cada momento lo que saben que deben hacer.
Paqui Moreno, psicóloga y terapeuta en Red Cenit.

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